¡Quiero un Mandela!



Por Mariano Rovatti

Fruto más de la táctica que de la estrategia, el gobierno nacional impulsa la confrontación permanente como método de construcción de poder y gestión.

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Al mejor estilo de Cristina Fernández, siguiendo la tesis de Ernesto Laclau, que decía que se construía poder identificando un enemigo y confrontando con él, el gobierno de Mauricio Macri ya eligió esta forma de relación con el espectro opositor. 

El conflicto con los docentes, que genera ya cuatro semanas de paro de la escuela estatal en la provincia de Buenos Aires, es un eslabón de una cadena de acciones y gestos tendientes a identificar a todo signo de la oposición como kirchnerista, ofreciéndose como la única alternativa de superación al régimen derrotado en las urnas en noviembre de 2015.

Este juego favorece al enemigo elegido, porque le sube el precio tras el profundo descrédito que sufre en por lo menos el 70% de la sociedad. Por ello juega gustoso el juego, que además lo sabe jugar muy bien.

Es vox populi que con el guiño del gobierno nacional, operadores como Daniel Angelici han actuado ante diversos magistrados para frenar las causas contra Cristina Fernández y otros jerarcas del kirchnerato. Esa iniciativa es congruente con la táctica de fomentar la opción Cristina o nosotros. Tan sólo avanza la causa por el dólar futuro, que llevará a Cristina Fernández a juicio oral. Es la más floja de todas las acusaciones formuladas contra la ex Presidenta. Lejos de inquietarla, hasta podría ayudarla en el año electoral, dado que existen pocas posibilidades de ser condenada por la misma.

El gobierno sueña con un peronismo dividido en tres pedazos en la contienda bonaerense: el PJ tradicional, el Frente Renovador y el kirchnerismo. Y así, ganar la elección manteniendo el 39,72 % de votos que obtuvo María Eugenia Vidal en la elección provincial del 2015. Claro que ese mismo día, en territorio bonaerense, Mauricio Macri llegó al 32,80% frente al 37,28% de Daniel Scioli.

Pero mientras alimenta al kirchnerismo para dejarlo vivo en octubre, con la táctica confrontativa el gobierno fomenta y acelera cierto grado de reunificación en el peronismo, idea que se expande dentro de él, más allá de la decisión de Cristina Fernández de ser o no candidata. El factor desencadenante de la división fue el kirchnerismo, y éste sin poder es una agrupación más, con arraigo importante sólo en el conurbano bonaerense y en Santa Cruz.

Mientras la táctica dialoguista y negociadora del 2016 sí los mantenía divididos (Massa, Pichetto, Urtubey, Schiaretti, intendentes bonerenses, CGT y organizaciones sociales negociando cada uno por su lado y kirchneristas confrontando por el otro), esta nueva etapa de hostilidades logra que haya mecanismos de adhesión entre los sectores que el año pasado estaban desunidos. Las organizaciones sociales encontraron en el incumplimiento de la ley de emergencia social la excusa para tomar la calle, y a la conducción de la CGT los mandos medios le impusieron la convocatoria a un paro nacional para el 6 de abril. 

Mientras peronistas moderados van endureciendo el discurso, Florencio Randazzo se lanzó a la pelea dentro del PJ bonaerense. Si bien es cierto que en las encuestas va muy atrás de Cristina Fernández, el mecanismo de las PASO puede favorecerlo al Flaco, ya que muchos votantes del Frente Renovador y de otros espacios pueden votarlo en la interna del PJ, tan sólo para sacar de la cancha a la ex Presidenta.

Sin salir a jugar aún, Randazzo ya cosechó adhesiones en gran cantidad de intendentes bonaerenses y dirigentes gremiales. Y hasta algunos properonistas… 

Dentro de identificar a todo lo opositor como kirchnerista, a Cambiemos no le costará hacer lo propio con Randazzo, quien fuera ministro de Cristina Fernández hasta el último minuto de su gestión.

Esta aparición amenaza a Sergio Massa, quien comenzó a sufrir un deterioro en su intención de voto en la provincia de Buenos Aires, junto a su aliada Margarita Stolbizer. Dentro de un escenario confrontativo, la avenida del medio se angosta y lo puede llevar otra vez al tercer lugar. Aunque Massa no busque el conflicto, éste lo va a buscar a él tarde o temprano. Empacarse en una posición gris lo puede desdibujar nuevamente.

Una reciente encuesta de Ricardo Rouvier, marca que el tándem Cristina Fernández - Daniel Scioli se mantiene en un 32,6%, Elisa Carrió - Facundo Manes, en un 28,4% y terceros, Sergio Massa - Margarita Stolbizer que habrían descendido al 21,7%. En otro escenario, sin Cristina y con Florencio Randazzo, éste llegaría al 27,3%, con Carrió en el 28,8% y Massa en un 23,7%. Más allá de la confiabilidad del trabajo, resulta verosímil que la aparición del ex Ministro del Interior, y el endurecimiento de las posturas gubernamentales hayan modificado el escenario.

La posibilidad de la candidatura de Cristina Fernández será una incógnita hasta la tarde del 24 de junio, día en que cerrarán las listas para las PASO. Puede postularse para la Provincia de Buenos Aires o Santa Cruz. En la primera opción tiene más centralidad política y cuenta con un piso electoral del 25% que también es su techo. Puede ganar o salir tercera, o incluso perder la interna. La segunda opción es más segura en cuanto a posibilidades de triunfo, pero la saca del gran escenario. La necesidad de fueros quizás la empujen a la segunda opción. En ese caso, la candidata kirchnerista a la senaduría sería Verónica Magario.

En la coalición gobernante –por así llamarla dada la escasa participación de radicales y lilistas en el gobierno- prende fuerte la llama del antiperonismo. Por táctica, convicción o sentimientos, esta campaña estará teñida de fuertes descalificaciones hacia el justicialismo por parte de los candidatos oficiales.

Conciente de que el peronismo tiene un promedio global cercano al 60% de los votos, la excepción a esa regla intentará ejercitarla María Eugenia Vidal, quien sigue en su proyecto de armado político con una pata peronista, para sostenerla en el difícil entramado de poder bonaerense. Hasta ahora, más allá del apoyo del Partido Fe, del Momo Venegas, sólo consiguió juntar a Eduardo Duhalde y un puñado de ex intendentes cercanos, que ya se encontraban fuera del juego político mayor.

Dentro de la táctica confrontativa, se destaca el conflicto docente, ocasión encontrada por el gobierno para subir al escenario a Roberto Baradel. A un mes y medio de las elecciones en su gremio, le hizo un favor dándole un protagonismo que jamás había logrado. Ni el gobierno ni Baradel manifiestan intención alguna de llegar a un acuerdo. La lucha de posiciones a ambos le resulta funcional conforme sus especulaciones de corto plazo.

También a Mauricio Macri le sirve el conflicto para juntarle la cabeza a los gobernadores de las provincias, muchas de las cuales no cuentan con los suficientes recursos propios para pagar sueldos, y requieren sí o sí auxilio del gobierno nacional.

En medio de la disputa, Macri tiró sobre la mesa los resultados penosos de la evaluación Aprender 2016, ofreciendo dos lecturas posibles: la del reproche hacia los docentes o la de la necesidad de cerrar el conflicto y trabajar en conjunto para reparar el daño a la educación.

Cuando a ambos contendientes le parezca que el conflicto ya fue suficiente, seguramente encontrarán una fórmula para negociar y acordar, cuidando sólo la foto del final, para aparecer como los ganadores de la pelea.

En paralelo a esta lucha, el gobierno acaba de cerrar un acuerdo salarial con sus amigos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y el Sindicato de Empleados de Comercio (SEC) conducidos ambos desde la década del ochenta por Osvaldo Cornide y Armando Cavalieri, respectivamente. El arreglo mercantil incluye un aumento del 20%, dividido en dos tramos: 10% en abril y 10% en julio, con una cláusula gatillo de revisión en octubre y enero en caso que la inflación supere el 20%. Esperan sumar a UPCN y gremios estatales chicos a este criterio.

Este acuerdo, junto al ya alcanzado con los petroleros y al de los metalúrgicos que estaría por salir, intenta desalentar la idea del paro nacional, y dejar en soledad al convenio celebrado con los bancarios del 24,3% retroactivo al 1º de enero, que el gobierno recién aprobó después de un paro de 72 horas en febrero último.

Es de notar, que en medio de esta discusión, ya nadie tiene en cuenta que la inflación de 2016 fue del 40,3%, por lo que aún el mejor de los convenios está por debajo del deterioro de la moneda argentina.

El gobierno necesita de la moderación de los acuerdos salariales, en medio de una política económica de rasgos más ortodoxos, con tipo de cambio bajo y tasas altas, priorizando el equilibrio fiscal a la reactivación productiva. El manual de la Universidad de Chicago ya se aplicó varias veces en la Argentina y nunca dio los resultados esperados, ni en el aspecto económico, y menos aún en el social y en el político. La distribución de un ingreso menguado también será un territorio fértil para la conflictividad en este año electoral.

Unir a los argentinos fue una de las consignas de Cambiemos en la campaña del 2015, y quizás, el principal motivo de su victoria. Tras doce años de conflictos reales y artificiales, el pueblo eligió la opción que le prometía un poco de paz. ¿cómo reaccionará la sociedad en octubre? ¿si Cambiemos ofrece lo mismo que el kirchnerismo, por qué motivos habría que apoyarlo?

La creación de un clima de reconciliación u hostilidad está en manos del gobierno nacional. Frente a un modelo de liderazgo concebido en base a la idea de la confrontación, hay otro que se inspira en el concepto de crear consensos, negociar, acordar, buscar puntos en común. Preservar lo más preciado y arriesgar lo menos importante.

El último estadista en el mundo que edificó su poder en base a esta idea fue el gran Nelson Mandela. Inspirador de grandes discursos, pero ignorado en el diseño de las acciones concretas por parte de nuestros dirigentes políticos, sociales, gremiales, empresarios….de todos los colores partidarios.

Hoy, el clima de agresión social dejó de ser un problema sólo lingüístico: un manifestante que hacía un piquete fue asesinado por un camionero alcoholizado. Lo que decimos y lo que hacemos no son mundos separados.

Justo un 24 de marzo –no hay casualidades- estas ideas se me empezaron a hacer palabras. Más allá de las tácticas facciosas, la Argentina necesita acuerdos estratégicos diseñados para los próximos cuarenta años.

Para no estar otros cuarenta años peleándonos por el pasado. 

Buenos Aires, 30 de marzo de 2017



El autor junto a un mural de Nelson Mandela, pintado en una calle del barrio de Caballito

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